Qué fácil es vivir la vida de los otros. Decirles que deberían haber dicho, qué deberían haber hecho, qué deberían haber pensado.
Qué fácil es ser nosotros desde casa, desde el otro lado, desde no saber qué hay ahí dentro, cuándo muchas veces ni sabemos que hay dentro de nosotros.
Y sin embargo, qué difícil es vernos a nosotros así, sólos, desamparados, buscándonos, buscando a alguien que viva por nosotros, sin saber decir que no necesitamos palabras, que nos basta un abrazo.
Un simple abrazo.
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