Qué fácil es regresar a los lugares comunes, a los espacios atemporales, a las viejas palabras que suenan nuevas otra vez.
Qué bonito es acercarse a la vieja amistad con un plumero bajo el alma por si el tiempo hubiese dejado su famosa pátina y hallarla impoluta, inmaculada, casi recién descubierta.
Y los recuerdos lejanos se convierten en ayer, o anteayer, nunca hace años. Y las puertas del corazón se abren porque saben que están en casa y el reloj se duerme, y brotan las palabras, y hay un río límpido de miradas y uno ya no es uno, es el que fue y es el que será y la risa es risa y el silencio nada.
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