Y el tiempo se detiene y aquello que nunca que dice se anuda en la garganta y la realidad se intenta abrir paso y se agolpa y se marcha y se transforma y se disuelve.
O más bien en la certeza.
O más bien en el absurdo.
Ahí fuera hay manos entregadas y aquí ni siquiera queda aire.
Puedo dejar de mirar atrás, es cierto, pero delante está esa nada otra, esa que no es cómo si te hubieras quedado ciego...
Y entonces vuelvo a los lugares comunes, donde el silencio.
Pero, cómo dijeron, yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa...
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