sábado, mayo 24, 2008

Time, I need time...

Ésto de rebuscar entre los discos duros... del ordenador y del corazón...
Este relato, o lo que sea, lo escribí hará como quince años. De hecho gané un premio con él.
Lástima que el tiempo eche todo a perder.
Tiempo

“ ¿ Qué tengo?”, te preguntas. Sabes que nunca encontrarás una respuesta, pero sigues pensando. ¿ Qué tienes? Un trabajo muy bueno, una hermosa mujer y buena salud. Eso es lo que soñabas tener hace unos años, cuando aún creías que era posible ser feliz, y aquí estás, conduciendo borracho, en busca de un lugar dónde ir. En busca de un futuro que no puede existir, supones, porque siempre afirmaste que sin ilusiones no se puede avanzar.

Antes era mejor. Por las mañanas, siempre mirabas al cielo y, sonriente, decías que ibas a ser una estrella, o que te comprarías la moto último modelo, o que conquistarías a la chica más guapa del instituto.

Pero ya no querías la moto cuando tu padre te la regaló, orgulloso, al haber acabado el bachillerato con notas perfectas. Creíste que un simple abrazo de agradecimiento bastaba, y él se quedó allí, mirándote, esperando algo más. Tampoco entonces supiste decirle que lo querías. Nunca has sabido hacerlo. Poco después llorabas arrepentido, en soledad. Te odiaste. ¡ Cuánto habría trabajado, cuánto habría sacrificado para darte una alegría!, y, de paso, robarte un beso.

Ahora piensas que le estás devolviendo todos sus favores. Con tu sueldo, puedes mantener a tus padres y así ellos descansan de todo el trabajo que han hecho para que tú pudieras estudiar. Tal vez si no te hubieran enviado a la mejor universidad, ahora serían casi ricos, pero tanto tú como ellos sabéis que así siquiera habrías tenido la oportunidad de ser feliz. Necesitabas aprender. Y ahora, catedrático, comprendes que eso no es lo más importante. Lo importante es amar.

Pero, ¿ a quién? A tu mujer, te dices, a pesar de las continuas peleas, de sus continuos reproches en torno a tu alcoholismo. Te duele, porque lleva razón. “ Borracho no pienso”, te excusas ante tu conciencia, y lo sellas con un trago. Mientes. Todo es mentira y te empecinas en negarlo. No amas a tu mujer. Su dulzura se ha convertido en sosería, su ternura, en impertinencia. Sin embargo, sigues enganchado a tu cuerpo. Elementalmente, era la chica más guapa de la clase y todavía sus curvas, aunque ya maduras, te enloquecen. Poco después de casaros vino vuestro hijo. Puedes estar orgulloso de quererlo. A él sí. Es el único que casi te ha convencido para intentar dejar la botella, con los ojos claros que heredó de su madre. Pero no abandonaste el alcohol. Has trabajado mucho, lo suficiente para llegar donde estás, pero nunca has hecho un sacrificio de más. Bastante tienes con haber llegado donde has llegado.

Enseñas a rostros sin nombre aquello que sabes para que algún día ocupen tu puesto. Sabes todo lo que hay que saber sobre la materia, pero te sientes tan vacío como años atrás. Necesitas algo más, un aliciente. Y nada consigue ofrecerte algo nuevo. Sólo el alcohol. Enciendes un cigarrillo y das otro trago.

Hace rato que esta lloviendo. Parece que arrecia. El agua no te deja ver el asfalto y prefieres no conectar el limpiaparabrisas. Simplemente, no te apetece. ¡Una moto! No puedes evitar el choque y tus ruedas chirrían sobre un montón de sueños adolescentes que tal vez sí condujesen a la felicidad. Te odias, das un volantazo. Tu coche cae por el precipicio para estrellarse contra las rocas del fondo. “ Total,- piensas, consciente de que es tu último pensamiento- para lo que se pierde”.

No hay comentarios: