domingo, septiembre 21, 2008

Más lejos que nadie

Qué tristes, qué evocadoras, son a veces la soledad, la distancia, la nostalgia. Qué dulce pena el añorar y el mirar atrás en busca del recuerdo del momento, qué agradable sabor el que se recrea, con los ojos cerrados, en la memoria.

Qué amada soledad cuándo se mira atrás y se recuerda aquella otra soledad que era despertar y ver al lado a una persona desconocida con un rostro que un dia, ya en el olvido, memorizamos. Qué amada soledad cuándo la compañía fue tan dolorosa que olvidamos esa otra compañía, esa que nos hizo memorizar el rostro, esa que hizo que la distancia, la nostalgia, no fuesen evocadoras, si no horribles.

Qué amada compañía aquella, que evocadora, el dulce placer de acurrucarse, de cerrar los ojos y saber que al abrirlos veremos ese rostro que estamos memorizando.

Y qué absurda la distancia, la nostalgia, cuándo nos anclamos en los recuerdos que no son, cuándo esperamos las cosas que no son, cuándo creemos las cosas que no son, cuándo callamos... todo.

Qué absurdo todo cuándo una palabra basta... (y qué pena, qué pena que no sea cierto)



No hay comentarios: